( LA FONTAINE )
Hicieron los lobos un dìa un gran festejo, y para ellos prepararon un rico festìn.
Como son animales siempre hambrientos, la comida fue devorada en menos que
canta un gallo.
Un lobo, temiendo quedarse sin probar tantas cosas como habìa, comiò muy de
prisa. Tanto que tuvo la mala suerte de que se le atravesara en la garganta un
hueso que casi lo ahoga. Empezò entonces a saltar y a correr desesperado y al
verlo, acudiò una cigüeña que casualmente por allì pasaba.
Por gestos le hizo entender el lobo què habìa sucedido, y compadecida la cigüeña,
se dispuso a ayudarlo al momento.
Para eso introdujo su largo pico en la boca del lobo, llegò hasta el fondo de la
garganta y sacò el hueso atravesado.
Muy satisfecho, el lobo dio media vuelta para regresar inmediatamente al banquete.
-Amigo lobo- -reclamò la cigüeña, con suavidad-, me debes la cuenta por mis servicios
y ni siquiera me das las gracias.
-¡Estàs loca!- -respondiò el lobo-. ¿No tienes bastante con haber salido libre de mi boca?
Eres tù quien debe agradecerme.
Es propio de los seres egoìstas no dar mèrito a la obra de los demàs.
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