jueves, 2 de diciembre de 2010

Amado Dios.

Señor, abre mis ojos, quiero verte, ver tu grandeza, tu hermosura.
Quiero sentirte en todo lo que hago, quiero vivir tu paz.
Necesito que cuando dé un paso tu vayas delante de mí.
Cubre todo mi ser de ti, que otros puedan verte através de mí.
Eres Santo, Santo, Santo...
¿Por qué no has de llorar?
Señor. Gracias por abrir camino delante de mi en este día.
Mis pasos los encomiendo en tus manos. Sé que como buen Padre jamás me abandonarás.
Si estas conmigo, jamás temeré. Si no hay puentes los construirás, si la puerta está cerrada, la abrirás y si el río se interpone, el se secará, no por mi esfuerzo sino por tu poder y tu mano.
 ¿No soy tu Padre, tu amigo, tu Consuelo?
¿Cómo podrá el Espíritu Santo consolarte si no lloras y le dices lo que sientes?
Señor. Gracias por abrir camino delante de mi en este día.
Mis pasos los encomiendo en tus manos. Sé que como buen Padre jamás me abandonarás.
Si estas conmigo, jamás temeré. Si no hay puentes los construirás, si la puerta está cerrada, la abrirás y si el río se interpone, el se secará, no por mi esfuerzo sino por tu poder y tu mano.

Salmo 2:8 “Pídeme y te daré por herencia a las naciones y como posesión tuya los confines de la tierra”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario